La Historia de Aladino o la lámpara maravillosa nos enseña que no hay atajos para la madurez, no existen lámparas maravillosas ni prodigios tecnológicos que nos ahorren un duro proceso de aprendizaje personal para llegar a ser quienes somos. Para crecer, lo importante no es tanto lo que nos ocurre, en gran parte consecuencia del azar, como lo que hacemos con lo que nos ocurre. Y es esto último lo que se exige de Aladino, y de todos nosotros: un gran esfuerzo personal en el que nadie puede sustituirnos.