La poesía de Ernesto Flores -refiere Jorge Esquinca- es ajena a las modas. La voz que escuchamos en sus poemas está siempre contenida por límites precisos y su andadura le debe más al dominio riguroso de la forma que a las veleidades de la inspiración. Del interior de un dominio de ciertas leyes ha aprendido a ejercer con clara mesura, lejos de toda vana ostentación, la soltura que permite leer cada poema como si estuviéramos frente al descubrimiento de un secreto.