Las cadenas del demonio. Pedro Calderón de la Barca: Fragmento de la obra Jornada primera (Salen Irene, y Flora y Silvia deteniéndola.) Irene: Dejadme las dos. Flora: Señora, mira? Silvia: Oye? Flora: Advierte? Irene: ¿Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, solo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. Silvia: ¡Sosiega! Flora: ¡Descansa! Silvia: ¡Espera! Irene: ¿Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene ni esperanza de tenerlo? Silvia: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. Irene: Ésa es opinión errada; que antes el entendimiento aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. Flora: Es verdad, pero también? Irene: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto.