El poeta florece en belleza de palabras, tal y como lo hacen los cerezos en la primavera, aun permaneciendo dentro de su tenebroso invierno, el cual es reflejado en sus versos por su lucha y búsqueda incesante y vehemente de su ser irrealizado. Su inspiración procede de cuatro peldaños bien diferenciados de la escalera del amor: el romántico hacia una mujer; el amor místico; y, como profundo trasfondo, el de su vocación científica, que culmina, como fruto ya maduro, en el encuentro y el amor condicionado de sí mismo.