En El cuidado del alma, Thomas Moore hablaba del alma profunda que se encuentra en las emociones, en la capacidad de relacionarnos y en la cultura. En esta continuación de esa obra apasionante busca el espíritu en las emociones confusas, en los fracasos que afligen a las personas. Porque la espiritualidad, que jamás debería ser utilizada como vía de escape, se halla en realidad en los entresijos de la experiencia, en los esfuerzos incesantes por encontrar un sentido a la vida, y en las vivencias traumáticas, que cabe considerar como iniciaciones espirituales en lugar de fracasos.