La crítica viva, auténtica y legítima apreciación de lo que se ha realizado, es el interés que nos devenga todos los años el irrecuperable capital del genio humano. Desde este punto de vista, como sustancias que han de ser asimiladas las obras poéticas de Lucrecio, Dante y Goethe ( aunque de este último me referiré sólo al Fausto) nos proporcionan un variado banquete. Por su doctrina y genio pueden parecer demasiado dispares para que pueda tener lugar una combinación de su sabiduría. Algunos de los que conocen y estiman a uno de estos poetas pueden dudar acaso de la posibilidad de aprender algo verdaderamente vital de los otros dos. Yo intento hablar de ellos como un discípulo -espero que como un discípulo que posee cierto discernimiento.