Los animales de la selva escucharon el potente motor de la sierra con que un hombre taló su árbol: las ardillas volaron de rama en rama, los monos chillaron y huyeron, pero el oso Perezoso siguió durmiendo. No percibió el rugido del barco carguero que lo transportó hasta donde se encuentra, con su árbol transformado, en la casa de un niño extraño.