Desde que en 1885 el viajero y explorador francés Désiré Charnay visitó las ruinas de Chichén Itzá, en Yucatán, y se percató de que tenían semejanza estilística con los edificios y relieves de Tula, en Hidalgo, el tema de las posibles relaciones entre estas dos ciudades tan alejadas geográficamente ha generado múltiples investigaciones, especulaciones y acaloradas disputas. En Chichén Itzá. La ciudad de los brujos del agua, publicado originalmente en 1980, Román Piña Chan reunió todos los datos materiales, etnohistóricos, estilísticos e iconográficos disponibles en aquel entonces para formular una interpretación singular sobre la historia de Chichén Itzá y su relación no solo con Tula, sino con otras regiones de Mesoamérica.