¿Cómo desdoblarse en una ciudad desconocida y a la vez terriblemente hosca? Mirando a través de las ventanas. Mudándose. Detectando las minucias en los techos. Las luces en la noche. Los vecinos insomnes con los que se comparte, por lo menos, cierta energía excéntrica y silenciosa. La narradora de estas páginas enfrenta los embates de la memoria, de los hombres y de la muerte desde los pocos espacios que le concede la capital argentina.
Los lectores de La ciudad invencible se encontrarán frente a un libro que si bien puede pasar como un diario personal, por su carácter de retazos, lo que es, o puede ser, es un mapa personal, un mapa de recuerdos no compuesto por imágenes sino por letras. Felipe González, El tiempo