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Duende de la música popular. Un abrazo nos juntó a fines de 1980. Solía venir con frecuencia a actuar en los bares tucumanos porque le gustaba la cercanía del público. Beethoven, Billie Holiday, Erik Satie, Bill Evans, Ellington, los etruscos, la historia sazonaban nuestras charlas. Le propuse que hiciéramos un libro conversado. Me mandó a leer las conversaciones de Eckermann con Goethe, a quien admiraba. En 1992, nos vimos por última vez. Se estaba olvidando de tocar el piano. La fuga de la memoria hacía imposible nuestro proyecto. Amigo de la ironía, la carcajada, el vino y los cofrades, el Cuchi Leguizamón nos legó sus trapacerías musicales y su pensamiento crítico, siempre vigente sobre la realidad argentina. Estas páginas son un abrazo a uno de los mentores de la cultura nacional. Dicen que su carcajada es un gajo de la vida, coquea el Cuchi su tiempo inventando un sentimiento, el diablo estalla en su risa cosquilleando a la muerte, reza la zamba que le compusimos con el Chivo Valladares. ¡Salute, Cuchi querido, y a pelase! (Roberto Espinosa)Al cumplirse 100 años de su nacimiento, Espinosa convocó a otras voces para que recordaran por quien, aun antes de morir, ya no se acordaba de sí mismo.El Cuchi Leguizamón. La memoria del olvido es, así, un coro. La primera voz, por cierto, es la del propio Cuchi Leguizamón, a través de las entrevistas de Espinosa, la base de aquel libro que no fue. Se desparraman, en el clima atropellado de la desgrabación, muy a tono con el de la conversación del propio Cuchi, las categóricas reflexiones de alguien a quien le atraía pensar y opinar sobre política, sociedad, costumbres, aunque quizá simplemente expresaba una visión al mismo tiempo desencantada y fascinada de la condición humana.En un segundo plano, está el gesto del propio Espinosa. Más que una voz, un director algo laissez faire, que se esmera por dejar hablar a los demás.Lo más dispersamente enriquecido, en la polifonía de este libro, es la voz de los demás. Porque cada uno, al hablar de los otros, habla también de sí mismo, explícita o implícitamente. Por eso, este libro puede leerse en lo que tienen en común, tomando al Cuchi como el foco en el que convergen las voces; o puede leerse, al mismo tiempo, disfrutando las diferencias. (Ricardo J. Kaliman, fragmento)