Tenemos que reformar la sociedad?. Esta frase nos resulta familiar porque, desde hace dos siglos, estamos convencidos de que algo anda mal y de que por eso hay guerras, violencia, agravios y rencores permanentes. ¿Acaso antes todo era paz y armonía? Sabemos que no, que el desorden y la maldad han existido siempre, pero un cambio se produjo en la actitud de los individuos del mundo occidental cuando dejaron de creer en los designios de una providencia que decidía el comportamiento de los seres humanos. ¿A quién echarle la culpa? Los ilustrados del siglo XVIII creían tener la panacea que curaría la vagancia, la embriaguez, el desarraigo de la familia, la ignorancia de la plebe y el alejamiento de la sana doctrina cristiana, factores que consideraban una patología temporal de la sociedad.