En las costas de una isla entre dos dimensiones, encalla el container de una embarcación donde encuentran varios cadáveres y a una joven a punto de morir. John, que se encarga de sus cuidados, descubre que el código genético de la mujer la conecta con todas las razas conocidas. Nadie se imagina lo que significa realmente su supervivencia. Nadie, excepto Eva, la Madre de los Vivos, que la llama hija y la invita a ser Testigo de la verdad de su historia... de nuestra propia historia. «¿Por qué Dios no me protegió?», preguntó a Eva. Era la misma interrogante expresada por miles de millones de otras voces. La duda que surgía de tumbas y sillas vacías, de mezquitas e iglesias, de celdas de prisiones y callejones. La pregunta cuyas secuelas eran la fe desgarrada y los corazones maltrechos, que demandaban justicia y rogaban pidiendo milagros.