El genio satírico de un autor como Ambrose Bierce no podía dejar de sentirse atraído por un género como el de la fábula, que, bajo el disfraz de emblemas, animales o personificaciones, permite a través de historias de apariencia inocua fustigar los vicios, las corrupciones, las bajezas y la estupidez que parecen consustanciales a la naturaleza humana.