William Fiennes vivió desde niño en el castillo de Broughton, propiedad de su familia desde el siglo XIV, lo que conformó para el escritor una sensación de hogar y de arraigo fuera de lo común. Sin embargo, tras una larga enfermedad que a punto estuvo de arrebatarle la vida, Fiennes sintió por primera vez la necesidad de buscar otro lugar. Aquella casa, y el pasado que contenía, se asemejaba de repente más a una cárcel que a un refugio. Inspirado por el reencuentro con una lectura de la infancia sobre la migración de los gansos de las nieves, comenzó a preguntarse qué misteriosas señales les anuncian a las aves que es hora de irse, hora de volar.