El comunismo no ha muerto; en cierto sentido, goza de envidiable salud. El colapso del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética le asestaron un duro golpe, definitivo de acuerdo con ciertos diagnósticos, mas su memoria e ideales emancipatorios resuenan todavía en algunos ambientes y el lenguaje político lo reanima con intermitencia. Para hacer frente a la potencia ideológica de esta presencia espectral, numerosas voces se han unido en el variado, contradictorio y potente coro comunista