No hay que tener confusiones, aquí se persiguen hombres de carne y hueso; por un lado tenemos a Syme, poeta del orden; por el otro, a Gregory, poeta de la anarquía, ambos discuten la naturaleza de la poesía en Saffron Park, a partir de ese momento, se inicia una cacería donde las miradas de los hombres, sus gestos, su silencio, se convierten en motivos de sospecha. «La intención es abolir a Dios», le dice Gregory a Syme. Ya sea por atracción o distanciamiento, parece irresistible desprenderse de una idea como la abolición de Dios. El anarquismo, la adrenalina, las incinerantes descripciones que vibran en el crepúsculo, conducen a un abismo donde no se sabe quién es el enemigo de quién; todos asumen su propia máscara y simulan entre las posibilidades.