Ahora sí habéis logrado causarme enojo, María de Estrada, vociferó Cor tés, haciendo firmes ademanes con los que maldecía. ¡Ja! ¡ja!, si vuest ra merced así lo piensa, y como soy una hechicera, presto haré conjuros al cielo para que caiga una feroz tormenta. ¡Por ahora no tengo más re medio que aceptaros entre mi tripulación, pero no os atreváis a cantar victoria, María de Estrada.