La pintura (el pintor) otea la literatura desde otra orilla: su orilla, su orilla. A veces dando lugar a un conflicto o un choque irreconciliable de intereses, los pintores han hecho hincapié , a lo largo de la historia, en las naturalezas diferentes de estas dos artes. Pintar y escribir son, pues, dos sistemas distintos de pensamiento, dos maneras distintas de ver (o no ver) la realidad. ¿Quién mejor que el poeta para referirse a la poesía misma?, reza el lugar común. ¿Quién mejor que el pintor para referirse a la pintura misma?, pese a la ligereza y la redundancia de estas afirmaciones, pese a un permanente conato de polémica, el encanto permanece y los pintores siguen oteando a la literatura con la misma atención y voracidad con que los escritores se asoman al mundo de la pintura y las artes plásticas. Los ensayos de Fernando Leal Audirac (Ciudad de México, 1958) transitan por esta doble vertiente: son una afirmación del carácter del autor.
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