A finales de 1971, librerías y galerías de arte españolas sufrieron los ataques de grupos de ultraderecha, que desde las primeras incursiones nocturnas con pintura, incrementaron vertiginosamente su grado de violencia hasta consumar la destrucción de los grabados de la Suite Vollard en la galería Theo de Madrid. Tradicionalmente, estas agresiones han sido incluidas en una secuencia más amplia de atentados contra la cultura que se prolongaron hasta los albores de la democracia. Sin embargo, sus circunstancias sugieren que fueron acciones específicas y planificadas que conformaron una auténtica campaña cuyo propósito era la destrucción de un símbolo: el nombre de Picasso.