La culpa es un mecanismo de auto regulación que nos impide lastimar y pasar por los derechos de los demás. Si se deja de sentir culpa tras un acto negativo, los límites comienzan a desaparecer y la racionalidad pierde sentido. Sín embargo, la culpa excesiva puede llegar a ser uno de los sentimientos más destructivos que podemos adquirir. Cuando la culpa no es debidamente controlada, nos puede conducir a un bloqueo y a una inmanejable sensación de desasosiego.