En nuestra cultura mexicana, la palabra líder no goza de mucho prestigio, sobre todo en el terreno político. Un líder sindical, por ejemplo, está muchas veces asociado a la corrupción. El caso más emblemático es el de los líderes "charros", expertos en enriquecerse a costa de los trabajadores que dicen representar. Pero lo mismo sucede, aunque desde otra perspectiva, en el terreno eclesial. El concepto "pastor", de profundo contenido teológico, tiene como correlativo a la palabra "oveja", y en un mundo cada vez menos directivo, esa imagen no es muy atractiva. Nadie quiere, entonces, sentirse "acarreado", como se sienten los trabajadores con sus líderes, cuando los fuerzan a participar en alguna manifestación o desfile. De la misma manera, la imagen de la oveja guiada por su pastor, muy familiar en el mundo rural, no resulta cercana para quienes viven en sectores urbanos.