Al lector -puede sucederle en cualquier noche, o en algún otro momento del día-, le es imposible darse cuenta de su atrapadura, pero será tragado, llegará al vientre no de la incertidumbre, sí al de la imaginación y es tanto como decir, el lector comienza el paso de la multiplicidad, la bifurcación oteada por él. Infinitos son los caminos que seguirá, pues, sin darse cuenta uno a otro van uniéndose hasta formar la esfera de la vida, mas, para ver esto, el lector debe seguir el deslizamiento del silencio, como debe tirar del sonido para hacerse de la voz, al aproximarse a la belleza, si bien, llega a ser por instantes, sólo una flaca idea, es también una ilusión y en ella, la belleza es, a razón del lector, sino perfecta, casi perfecta.