Un escritor se dispone a escribir un cuento clásico de dragones, princesas, héroes y brujas, pero su conciencia -o sentido común- lo interrumpe constantemente para criticar su trabajo, lo califica de anticuado y le informa que ese tipo de historias ya no se leen en la actualidad. El escritor está decidido a escribir su historia y no le importa la crítica y los comentarios irónicos que deberá enfrentar al final de cada línea.