La exposición prenatal al alcohol, consecuencia directa del consumo de alcohol durante el embarazo, puede provocar anomalías permanentes en el desarrollo del sistema nervioso central. Estas pueden manifestarse en una amplia gama de déficits cognitivos, retraso en el desarrollo psicomotor, irritabilidad, hiperactividad, trastornos del sueño y alteraciones conductuales. El daño cerebral, que es irreversible, puede ir acompañado de rasgos faciales anómalos, otras malformaciones congénitas y retraso en el crecimiento, con posible microcefalia. Este conjunto de problemas derivados de la exposición prenatal al alcohol se agrupa bajo el término Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF). Los TEAF son completamente prevenibles si se evita cualquier consumo de alcohol desde antes del inicio del embarazo, especialmente cuando este se planifica. Actualmente, estos trastornos están infra-diagnosticados en muchos países, y las personas afectadas no suelen recibir atención temprana ni el apoyo adecuado dentro del sistema educativo, debido a la especificidad de sus necesidades. A su vez, las familias enfrentan una sobrecarga emocional y logística al cuidar de descendientes o niños adoptados con esta condición, en un contexto social donde predomina el desconocimiento sobre los TEAF y donde es difícil encontrar respuestas adecuadas por parte de los profesionales y las instituciones.
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