La ofensa nos aleja de todo lo bueno, lo noble y lo amable que hay en nosotros, y nos acerca hacia la desconfianza y la mezquindad. Hacia el sufrimiento. La ofensa es uno de los contaminantes emocionales más tóxicos que emitimos los seres humanos. Lo peor de este sentimiento es que es un territorio abonado para que crezcan el resentimiento y el rencor, grandes enrarecedores del clima emocional y bloqueadores de la energía creativa. Para conseguir gestionarla adecuadamente cabe reforzar nuestra competencia emocional, lo que evitará que caigamos de forma reiterada en situaciones de sufrimiento, malestar y destrucción.